viernes, 8 de enero de 2010

El corazón delator.

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!
FIN

Edgar Allan Poe.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Mujeres en 27 letras.

Amorosas


Bellas


Cariñosas y canijas


Dadoras de vida


Elegantes y energicas


Fuertes y a la vez vulnerables


Generosas


Humildes


Incansables e increibles


Jamas temen sin sentir valor


Kilo tras kilo, se pelean con todos para desaserce de ellos


Luchadoras incansables


Madres por vocacion


Niñas eternas


Ñorbos ojos adornan sus rostros

Orgullosas


Poderosas


Quizas no las apreciamos como merecen


Raras para los hombres


Solteras son mejor


Tienen al hombre, al tiempo, la dicha y al amor en sus manos


Unicas en su estilo, clase y personalidad


Verlas en su andar es pasatiempo de todos los hombres


Wotan seguro era mujer


Xenofobas entre otras cosas


Yo las amo


Zapatos, zapatos y mas zapatos


Esto y mas, mucho, mucho mas puede ser una mujer.

martes, 2 de junio de 2009

Si tuviera 5 vidas

...si tuviera 5 vidas viviría una en cada continente;

Si tuviera 5 vidas tendría 5 mejores amigos 1 por vida;

Si tuviera 5 vidas tendría 5 comidas favoritas;

Si tuviera 5 vidas besaría y abrazaría 5 veces mas;

Si tuviera 5 vidas tendría 5 canciones favorita;

Si tuviera 5 vidas tendría 5 primeros besos;

Si tuviera 5 vidas me enamoraría de 5 personas diferentes

Si tuviera 5 vidas las 5 veces amaría a la misma persona por la misma razón;

Si tuviera 5 vidas presumiría 5 veces de tener la mejor familia del mundo;

Si tuviera 5 vidas obtendría 5 mejores amigos;

Si tuviera 5 vidas el mismo libro me volvería a marcar;

Si tuviera 5 vidas 5 veces disfrutaría el arte de vivir;

Si tuviera 5 vidas seguro tendría mas de 100 mascotas;

Si tuviera 5 vidas aprendería de 5 temas diferentes;

Si tuviera 5 vidas no me cansaría de agradecer las bendiciones que tengo en esta...

lunes, 23 de marzo de 2009

El reloj parado a las 7

Hay, en la sombra de mi habitación, un viejo reloj que desde hace muchos años está parado y marca las siete. Todos los otros relojes de la casa y de la ciudad laten y suenan, caminan y viven, y el viejo reloj de mi habitación, con su blanca esfera en medio de la caja negra, permanece tranquilo e inmóvil, fiel a aquella hora que marcó la última. Pero cada doce horas hay un momento en que el pobre reloj de mi habitación parece volverse a despertar y vivir con los demás, en armonía con el mundo que lo contiene. Cuando todas las esferas marcan las siete y los tañidos estridentes o argentinos de los relojes de péndulo se oyen siete veces, y los cucos de las provincias salen para repetir siete veces su melancólico grito de bestias manufacturadas y prisioneras, entonces también mi viejo reloj parece participar gravemente en la solemne vida del tiempo. Dos veces cada día, en dos rápidos momentos cada día, esa máquina muerta forma parte de la vida, esa antigua inmovilidad parece volver a ponerse en movimiento. A quien lo mirara solamente entonces, en aquellos dos momentos y nada más, el inmóvil reloj diría la verdad.
Pero apenas las otras manecillas han pasado la señal, apenas los tañidos de las campanas se han perdido como en un vapor de temblorosa solemnidad, apenas los patéticos cucos se han retirado a sus cajitas de madera, yo me doy cuenta de que el pobre reloj de mi habitación está verdaderamente muerto y que los ejemplos y los estrépitos y los gritos de todos sus hermanos no lo han podido despertar.
Y precisamente por eso yo amo tanto al cansado reloj inmutablemente parado a las siete. Me gusta la elección que hizo de la última hora hace tantos años, y la tranquila fidelidad de su sueño. Y más me gusta y más lo quiero porque en él he debido ver un reflejo de mí, un espejo de mí mismo, otro yo mismo. Su suerte es casi la mía y mi vida se parece un poco a su muerte.
¿Por qué he llegado tan pronto a confesar este miedo mío? Pero, ¿podía dejar de hacerlo? ¿No se hubiera dado cuenta por sí mismo, el Otro —aquel que sabe mostrarse con tantos rostros—, de que mi existencia está hecha de pausas de silencio, de sueño y de muerte, interrumpidas a saltos y sobresaltos rapidísimos de vida
aparente?
También yo estoy, como el pobre reloj, desde hace muchos años inmóvil en la sombra. La mayor parte del tiempo de mi vida está vacía, es ordinaria, corriente, llena de aburrimiento inexpresado y de estúpidas alegrías, de proyectos caseros y de pobres fantasías, como la del más pobre espíritu de todos vosotros. Casi siempre soy un hombre como los demás hombres, pertenezco a mi especie, siento que soy hijo de esta tierra y me dejo arrastrar por este canal soñoliento de actos automáticos y de palabras aprendidas que vosotros y yo llamamos vida.
Pero yo sé que en el mundo no solamente hay esto, y que no solamente en esta pobre forma se manifiesta la existencia. En el mundo hay —yo lo sé con la más perfecta seguridad— voces tan suaves que hablan siempre sin preocuparse de ser escuchadas, y grandes corazones que laten, y laten fuerte como divinos herreros en las cavernas de los mundos, y venas que baten rápidamente como torrentes, hinchadas como ríos reales. Y hay en el mundo orquestas colosales hechas con el viento y con el mar, y grandiosos coros de árboles altos y temblorosos que tocan y cantan noches enteras para fiestas desconocidas.
Pero ustedes y yo no sentimos: todo este alegre estrépito del mundo no parece hecho para nosotros. En esta armoniosa fragua nosotros permanecemos sordos e inquietos en los ángulos más oscuros.
Pero no siempre, hermanos, estoy condenado a esta sordera e inmovilidad. Llegan instantes en que mi alma se convierte en parte de este mayor mundo, y siente y repite los latidos, los sonidos y las voces. Esos momentos no llegan, con frecuencia, pero se realizan con la regularidad de una conjunción celestial.
Entonces me parece que la línea de mi vida corta y atraviesa la línea de otro mundo, y que yo estoy obligado a superar con un salto un río de luz para volver a la oscuridad. Pero en esos instantes tan breves, tan huidizos, yo vivo bastantes más cosas que en todo el tiempo que transcurre entre un pasaje y otros, y siento que me vienen a la boca palabras que nunca he dicho y siento que me queman el corazón pasiones que nunca tuve y que me elevan el alma entusiasmos improvisos por cosas que yo no comprendía antes; oigo murmurarme al oído respuestas a preguntas que yo no recuerdo haber hecho. En cada uno de esos momentos me veo en medio del universo, como un pastor en lo alto de un monte que domine todos los prados, y nada está escondido y callado para mí, ni las sinceras confesiones de las cosas, ni los tiernos secretos de los corazones. ¡Y me siento tan grande y tan solo! Sereno, en lo alto, respirando bien, en perfecta alegría, en contacto con las cosas, en comunión con Dios. Reencuentro entonces el simple sabor de los elementos, el sabor de las cosas queridas y olvidadas: del aire puro, del agua fría, del pan bueno, de la hierba fresca y del viento ligero. Y en aquellos momentos ya no hablo yo, sino que alguien habla en mí en voz alta y parece que dentro de mi corazón se abre ún manantial que corre con armoniosa monotonía para apagar la sed a los peregrinos de todos los caminos.
Yo experimento, y siento, y gozo en aquel instante la fugaz felicidad de estar de acuerdo con el mundo. En aquel instante yo estoy entonado y armonizo con las cosas: lato con su mismo latido, respiro con su mismo aliento, camino con su mismo paso, hablo con su misma voz, vivo con su misma vida. Pero, pasado ese instante, el mundo sigue moviéndose y viviendo y latiendo y cantando, y yo sigo siendo el que era y vuelvo a caer en mi sueño, en mi silencio, en mi muerte, en la vida de los hombres, a esperar, sin saberlo, el retorno del demasiado rápido encuentro.
Si yo estuviera como tú, pobre y viejo reloj de mi habitación, hecho solamente de muelles y de ruedas de acero oxidado encerrados en una caja de madera negra, no me asaltaría esta melancolía inútil al pensar en el fúnebre ritmo de mi vida. Pero yo estoy formado, mudo reloj, de sangre caliente, de nervios inquietos y de deseos que no se contentan ni siquiera con lo imposible.
¿Por qué sufrir las largas noches de oscuridad para un minuto de luz, los eternos días de silencio y de soledad para una nota de canto en el coro del'universo? ¿Por qué no me ha sido concedido vivir siempre, vivir a cada momento y en todo tiempo, sin descansos y sin esperas? ¿Por qué no puedo acompañar a todas las cosas en los solemnes ciclos de la vida en lugar de esperar el punto en que inciden estrepitosamente en mi desesperada inmovilidad?
Dejen, pues, de reír, ustedes, caballeros melindrosos y bien peinados, que no quieren escuchar ni los delirios ni las verdades. ¿Acaso creen vivir siempre? También ustedes, creo, viven solamente cuando su pobre existencia coincide, en su hora, con la existencia del mundo. Todo el resto del tiempo no es más que una espera inconsciente. Cada hombre tiene su hora y aquel que no lo sabe y no la espera, sonríe y ríe como hacen ustedes en este momento.
Latan, relojes de la ciudad. ¡Latan, corazones de los hombres! ¡Latan alegremente todos en coro! ¡Representen con empeño, hombres y mujeres, la farsa de la vida y no olviden acompañarla con la gavota del sentimiento! ¡Pero acuérdense también de la fea y odiosa verdad: su vida está parada, acaso parada para siempre!
Ustedes, hombres felices, sanos y regulados, que se contentan con el lento movimiento de su corazón y el tictac implacable de su existencia. Ustedes están seguros de vivir y se complacen con el perpetuo acorde de su inmovilidad. Pero yo, que sufro toda la humillación de saberme muerto, muerto y encerrado en este ataúd de piedras y ladrillos que es mi habitación, y que sólo de cuando en cuando atravieso huyendo la esfera del fuego, yo no quiero pagar con tantas horas de silencio un minuto de elocuencia; con estos larguísimos días de estupidez, un instante de genio.
Yo sé que tú esperas paciente, ¡oh viejo reloj de mi habitación!, y que no anhelas otro momento de vida y de armonía fuera de las siete. Y he aquí que tu momento se acerca. Dentro de poco sonarán los relojes de las torres, y por siete veces los martillos invisibles golpearán las pequeñas campanas escondidas. Y después que haya vuelto el silencio tú seguirás señalando, tranquilo y fiel, la misma hora, por toda la eternidad, mientras las otras manecillas, caprichosas, proseguirán sus inútiles giros.
Pero mi momento, el divino instante que no se detiene, ha pasado ya. Mientras escribía cerca de ti estas páginas tristes, he sentido, durante algunos segundos, lo que tú sabes. Y ahora todo ha desaparecido y se ha desvanecido, y yo veo y escucho solamente lo que todos ven y escuchan. Me siento un poco más cansado, pero perfectamente tranquilo, equilibrado, práctico, razonable y no sé cómo resistir el deseo de romper todo lo que he escrito.
Pero pienso...

lunes, 16 de marzo de 2009

Cronicas de un gordo anunciado.

Prologo II

Un martes 26 de febrero de 2008 habia escrito un post con este mismo titulo, hoy lo vuelvo a escribir por que voy encaminado al proposito de esto, los motivos siguen siendo los mismo que el post anterior, excepto que en esta ocasion entiendo que tambien es mi salud la que saldra ganando. Mas de un año sin empezar este proyecto que al igual que mi blog es personal, tan dificil me resulta empezar esto, me doy cuenta que esto es poco mas que dificil, no se trata de bajar de peso o de tener una mejor condicion fisica, no es dificil hacer dieta o dejar de comer lo que no debo, no se trata de someterse a los mandatos de un medico y sus instrucciones en hojas de papel.

Se trata de cambio.

Es un cambio permanente de habitos, de manera de pensar, de humor, de ganas, de responsabilidad por uno mismo. Sobre todo es enfrentarse a uno mismo, de verme sin mascaras y no voltear si no me gusta lo que veo. Es facil si realmente lo desea, imposible si no tengo ganas de hacerlo, este cambio, como cualquier otro, no puede venir de alguien mas, es completamente mio, soy completamente yo.

Este ultimo año me resulto imposible siquiera poder empezar, no tuve ganas. Peso 113 kilos y mido 1.76, de acuerdo a esto mi indice de masa corporal es de 36.5, no tengo sobrepeso, estoy obeso, con curiosidad me puse a investigar un poco en internet acerca de como afecta la obesidad y entre otras cosas encontre este texto:

"La obesidad es nociva, tanto para el cuerpo como para la mente. No sólo hace que la persona se sienta cansada e incómoda, sino que además puede deteriorar las articulaciones y someter a otras partes del cuerpo a un esfuerzo adicional. Cuando una persona está excedida de peso, le cuesta más seguirles el ritmo a los amigos, hacer deportes o simplemente caminar de un aula a otra en la escuela. La obesidad también está asociada a problemas respiratorios, como el asma y la apnea nocturna, así como a problemas en las caderas y las articulaciones de las rodillas, que pueden hacer necesaria una cirugía.

La obesidad también puede tener consecuencias más graves. En personas jóvenes, puede provocar enfermedades que antes se consideraban únicamente un problema de los adultos, tales como la hipertensión (presión sanguínea alta), altos niveles de colesterol, enfermedades del hígado y diabetes tipo 2, una enfermedad que implica que el cuerpo tiene dificultades para convertir los alimentos en energía, lo que provoca niveles elevados de azúcar en la sangre. A medida que pasan los años, la gente obesa tiene más probabilidades de desarrollar una enfermedad coronaria, un fallo cardíaco congestivo, problemas de vejiga, y en las mujeres, problemas en el aparato reproductor. La obesidad también puede provocar un derrame cerebral, implicar mayores riesgos de algunos tipos de cáncer, como el de mama o de colon, e incluso causar la muerte.

Además de otros posibles problemas, la gente obesa tiene más probabilidades de estar deprimida. Esto puede iniciar un círculo vicioso: cuando la gente tiene sobrepeso, se siente triste o incluso enojada y come para sentirse mejor. Después se siente peor por haber comido. Y cuando una persona se siente deprimida, es menos probable que salga y haga ejercicio."

De todas las enfermedades que se generan de la obesidad no tengo ninguna de ellas segun de mi ultimo examen medico, a excepcion de la obesidad, no estoy deprimido, no tengo hipertension, no tengo colesterol alto, no me canso al caminar, esto se debe que pesar de que tengo un estilo de vida sedentario y todos eso kilos extras, hago ejercicio, no tanto como deberia pero lo suficiente para mantenerme "sano", esto en complicidad con mi edad me hace sentir mas seguro al respecto pero el saber las cosas que se generan a partir de la obesidad, me decido a alcanzar mi peso ideal, por vanidad, por salud y por una mejor condicion fisica.

Actualmente no estoy visitando un nutriologo, pienso que solo necesito una consulta para conseguir un consejo profesional y despues de ahi encargarme yo, como ya lo dije estoy 100% comprometido conmigo a hacer este cambio, no a bajar de peso, sino a cambiar de actitud, de habitos, de manera de pensar, de humor, de ganas, de responsabilidad por uno mismo y de todo lo que necesite cambiar.

A todo esto espero alcanzar me yo i deal en 2 años aproximadamente por que lo que este sera un proceso especialmente largo y a partir de este momento seguire con mis cronicas y las escribire una vez por mes al menos, para seguir mas de cerca mi desarrollo fisico y mental.

jueves, 29 de enero de 2009

Insomnio

Amada:

Como supuse el dia de hoy no puedo dormir por la situacion en el trabajo, asi que, imerso en la frescura de la noche, con algunos trobadores de compañia, me puse a leer las antiguedades de mi correo y la verdad me encanto hacerlo ya que me reencontre contigo, ¿por que habremos dejado de escribirnos?, eran cosas interesantes y bellas lo que escribiamos, que al menos en tus dos cartas me hablan de interesantes teorias de psicologia y de la importancia de los pequeños momentos de la vida, ciertamente esta parte me queda como anillo al dedo, asi que inspirado y como siempre sin la mas minima idea de que voy a escribir aqui estoy a las 2:30 am, escribiendo, disfrutando el sonido que produce la presion en las teclas.

Mientras leia esa letras que escribiste para mi (dichoso yo) me inundo una sensacion de novedad y cariño, mezcla un poco inusual, no me acordaba de tu fortaleza al dejar situaciones dificiles atras y superadas, ni de tu pasion por las letras al iniciar un libro, ¿ya estara avanzado o pasaria lo mismo que con estas cartas?, tantas cosas que no se de ti, la verdad me ilusiona bastante el saber esto. Perfecta manera de iniciar el dia.

No se por que pero hace mucho que no me pregunto por ques, al leer tus 2 cartas me entro la curiosidad de leer las mias, aquellas que comparti contigo y me sorprendo, modesto como soy (no te rias es en serio), me sorprendi genuinamente de leerme genuino, realmente te escribi desde lo mas sincero de mi, cosa rara para una persona tan solitaria como yo, ¿no te has preguntado como nos hicimos tan afines?, es decir, no nos vemos realmente sin embargo me encantas tu y me encanta pensar en ti, me encanto tenerte abrazada toda la noche y las conversaciones en internet, me encantan las fotos que me enviaste, si esas en las que dices que sales fea, personalemente pienso que el vestido azul que traes puesto se te ve muy bien, sobre todo en los senos, ademas proyectas sensualidad en tu pose y tu mirar y de hecho ahora me doy cuenta que me encanta tenerte en mi cabeza.

Ni idea de por donde me llevan mis manos, solo escribo lo que me viene en mente, una pregunta, ¿realmente te gustaron aquellas cartas que escribi para nosotros?, pregunto por que para confesarme te fui infiel, jeje, en realidad escribi cartas para otras dos personas y me sorprende ver que en algunas cartas, acerca de los mismo temas, me contradigo y quedo incompleto en alguna idea y las cartas, aunque me gustan, realmente quedan incompletas. Aunque en realidad tiene sentido que queden asi por que yo soy contradictorio e incompleto en muchos aspectos, me asustaria que quedaran de otra forma.

Estoy loco ¿que carajos hago a esta hora escribiendo en la oscuridad?, si estoy loco y he notado que a mis padres a veces les asusta, que a mis amigos les entretiene, a mi hermana la confunde, a mi jefe le divierte y que a mi me encanta, estoy sanamente loco e incluso adorablemente loco, por que sin duda hay locuras tiernas y locuras horribles, es loco que piense que estoy loco pero es mas loco que halla gente que concuerde conmigo, que loco ¿no?.

Nee, no esoty tan loco despues de todo, creo que solo quiero encontrarme en su boca y llamarme feliz, ok, se lo copie a un trobador, pero quiero ser feliz genuinamente, no de esa felicidad para postal, tampoco quiero ser feliz eternamente, quiero felicidad esporadica y constante, contradictiva como yo, quiero felicidad de esa que me haga reir por la nada y locura que me haga hacerle bien a los demas, quiero ver a Damian crecer y a mi compadre loco de orgullo por el cabroncito de su hijo pero no quiero ver a mis padres viejos, tampoco quiero verme a mi en el espejo, por que estoy estancado y estoy cansado, estoy gordo y tambien loco y quiero tomar una mochila y por Europa caminar tambien quiero un perro labrador dorado y ponerle Tequila por nombre, tambien quiero llevarme a Halle Berry a la cama, quiero que me de sueño y no me da, quiero cantar y de hecho sonar bien.

Quiero quitarme de mi ordenador y entre cobijas soñar.

martes, 21 de octubre de 2008

Mi sociedad

Despues de decadas de no publicar nada en mi blog y estando consciente de que es muy probable que nadie lea esto salvo una o dos personas, me animo a escribir esta anecdota levemente reciente, originalmente este relato nacio de mi cabeza gracias a un trabajo que tenia que entregar en la universidad, el trabajo se trataba de describir la cosa mas me disgustan de la sociedad en la que vivo y que haria para resolverlos, solo transcribo el relato, las soluciones al igual que el enfoque del problema depende de quien lo lee, como piensa y como lo interpreta, quiero denotar que lo mas me molesta es la apatia que describo como narrador y primera persona, pienso yo que la apatia es el motor de las cosas que estan descompuestas en la sociedad en la que vivo.

El despertador con su intermitente y molesto sonido en complicidad con lo lejos que esta de mi cama, me levantaron para empezar el día, eran las 7 am de un viernes, ese día tenia que hacer un encargo al otro lado de la ciudad y como algún idiota me choco el carro emprendí el paseo de una hora en el metro, odio usar el transporte publico por distintas razones, sobre todo por las horas pico que era justamente la hora en que debía salir, llegue a la estación que con suerte estaba vacía, no tuve problema en conseguir asiento, el recorrido era de la primera estación hasta la ultima, con música ambientando el viaje y el vagón desierto se movió el tren.

De poco a mucho se lleno el tren, con toda la gama de personas que se puede uno encontrar en esta ciudad, los estudiantes que decidieron tomarse el día, la chica escotada, el empleado que viste traje, una madre con sus hijos, el vigilante de alguna empresa que al parecer recién termino su turno y una anciana que regresa de hacer las compras, entre otros que no resaltaron tanto y yo con mis ojos que vigilan escondidos detrás de una aparente somnolencia.

El viaje prosigue y a pesar de que el tren esta repleto a los estudiantes parece no importarles y temerosos y emocionados sacan de la mochila una revista no apta para los hijos de aquella ama de casa que iba enseguida de ellos, cual es mi sorpresa al ver que el ama de casa se da cuenta de aquel prohibido magazine y lejos de alejarse se acomoda y sus pequeños hijos ponen igual o mas atención que aquellos pubertos estudiantes. ¿Que le pasa a esa mujer?, ¿que no le importa la impresión que podría provocar aquella revista en las impresionables mentes de sus hijos?, ¡pero que mujer tan irresponsable!, ¡ella sabe lo que pasa y no le importa! y ¿que carajos les pasa a esos tipos del magazine?, son pubertos no idiotas para permitir que unos niños los acompañen a través de aquellas paginas!, inaceptable, ¿como se atreven?.

Mis ojo no quieren ver mas; desvió la mirada hacia aquella chica de escote pronunciado, el tipo que viste un traje elegante se movió de lugar y esta mas cerca de ella, bajo la escusa de que alguien le empuja no desaprovecha oportunidad para frotarse con ella, una y otra ves. Un claro codazo por parte de ella trata de disuadir los ánimos del tipo, un mal intento con peores resultados, con renovadas ganas y mayor descaro toquetea a la chica. Una palabra cruza por mi mente: chacal. Chacal disfrazado en un traje, ¿por que nadie le da un buen golpe para que deje de joder?, ¿por que ella no se mueve?, ¿por que todos parecen estar bien con ese comportamiento?.

Intolerable. Vuelvo la mirada, el vigilante nocturno se ve tan cansado, al parecer se merece un justo descanso, su posición esta encorbada, sus pies le exigen un descanso, sus manos, ¡sus manos!, ¿que demonios hace?, ¡no te robes esa cartera!, ¡no es tuya! ¡esa persona también trabaja muy duro (espero) para tener esos pocos pesos en la cartera!, ¡basta!.

Mis ojos no quieren ver mas, nuevamente volteo la mirada. Aquella anciana que viene con las compras esta enseguida de mi, se ven los golpes que le ha dado la vida en los ojos, unos ojos tristes, acabados y con una extraña fortaleza que no le permite mas que cargar a duras penas sus bolsas de plástico con algunos víveres, mi mente empieza a divagar, ¿por que tiene que venir ella sola soportando este tipo de cosas en el metro?, quizás se quedo sola, quizás no tiene mas que la humilde pensión que le dejo su ahora difunto marido, quizás tuvo la penuria de ver morir a su hijo, quizás la vida fue tan dura que es probable que este completamente sola... ¿y ese quien es?. Un hombre de unos 40 se acerca a ella mientras carga con otra bolsa de plástico parecida a las otras, que gusto, estoy completamente equivocado no esta sola, cuando menos lo tiene a él, seguro que aligera la vida y la carga.

- Oiga ma', es que fijese que me encontré a mi compa y ps quiere que vallamos por unas guamas mas al rato, ¿como ve?, epresteme unos pesitos.
- No muchacho, ya nomas tengo lo las medicinas de tu hermana.
- ¡Andele jefa!, nomas quiero unos 100 pesitos.
- No puedo mijo - me sorprende la sincera frustracion en la vez de ella - de veras, tu 'manita se va a poner muy mala si no le compro su medicina.
- ¡Mi hermana!, ¡mi hermana!, todo se las a esa, ¡yo también soy tu hijo!, ¡yo también necesito!.
- Perdoname mijo, yo te prometo que después le doy el dinero pero ahora no puedo, no aguantaria perder otro hijo - no estaba tan equivocado - .
- ¡Ps si no me das la feria orita mismo va a ser como si perdieras otro!, si no me emprestas la lana... !sabrás de mi en las noticias de mañana!
- ¡Hijo!, no mijo ya no hagas cosas malas, ¡la otra ves tuviste 2 meses en el bote!
- ¡Ps me aviento otros cuatro si me emprestas la lana!
- Pero mijo - casi con la voz rota - tu 'manita necesita su medicina, ¡por favor!
- ¡Nada! ¡dame el dinero!

Y sin mas le arrebata el monedero saca algunas monedas y arroja al suelo el monedero...

¿Por que Dios mio?, ¿que hicimos para poder comportarnos así?. Que sociedad tan asquerosa, ¿que nos pasa México?, todo esta podrido, desde la infancia se contamina la mente, la belleza sufre por ser bella, las corbatas son el símbolo del gandalla, del que corrompe y hace trampa, los que trabajan no les alcanza y roban o matan o engañan y las personas que tienen el suficiente sentido común para seguir adelante, no están en condición para guiar a nadie y son exprimidos por lacras sociales que lejos de ayudar estorban.

¿Que se hace para acabar con esto?, ¿que necesitamos hacer para darle una vuelta de 180 al país?, ¿que?, pienso en mi cabeza una y otra vez cada pensamiento con mas rabia y mas frustracion que el anterior, me animo a levantar de nuevo la mirada, lo mas discreto que puedo, aquella anciana me mira fijamente, no tardo mucho en averiguar que quiere, quiere sentarse...


¿Que que hago?


Sigo haciendome el dormido para no perder mi lugar...